Cuatro trompetistas vestidos con smokin y sombrero de copa inician lo que a todas luces será un acontecimiento teatral: por primera vez el cineasta de culto Raúl Ruiz estrenará una obra escrita y dirigida por él. “Amledi, el tonto” esta a segundos de comenzar.
El teatro Municipal de Las Condes está prácticamente lleno. Actores, directores, periodistas e invitados a este “ensayo general” comentan qué sorpresa deparará el montaje de Ruiz, que promete, nada más y nada menos que reinventar a Hamblet.
Y para una hazaña de esa magnitud Ruiz convocó a lo que se puede calificar como un verdadero dream team del teatro nacional: Tamara Acosta, Claudia di Girólamo, Francisco Reyes, Ximena Rivas, Daniel Alcaíno, Héctor Morales. Y como bonus entre tanto carisma, Lucas Escobar, el pequeño de “Los 80”, debuta como un observador que se pasea entre las escenas como un elemento más del surrealista universo de la obra.
Lo primero que impresiona tras abrirse el telón es la puesta en escena, que recrea una tierra media digna de una superproducción de estas características. El desconcierto continua, no por nada Ruiz calificó su obra de “esperpento”, y es que el amasijo creado por este alquimista resulta mágico: vikingos, realezas, y chilotes que hablan con el cuidado lenguaje de las obras clásicas mezclado con dichos populares y chilenismos.
El talento de los actores brilla, y es que ver actuar a un elenco como éste es un gusto parecido al que sentiría un aficionado al fútbol con una selección nacional íntegrada por cracks de distintas generaciones. Dentro de tanta luminaria Rodrigo Soto, en el papel protagónico, encandila por su fuerza en el escenario. Para los que lo vimos como el amante cuarentón, pasadito de peso y fatalmente obsesionado en “HP: Hans Pozo” asombra con este Hamblet achilenado que recuerda al Aragón de El señor de los Anillos y que le queda como guante.
El talento de los actores brilla, y es que ver actuar a un elenco como éste es un gusto parecido al que sentiría un aficionado al fútbol con una selección nacional íntegrada por cracks de distintas generaciones. Dentro de tanta luminaria Rodrigo Soto, en el papel protagónico, encandila por su fuerza en el escenario. Para los que lo vimos como el amante cuarentón, pasadito de peso y fatalmente obsesionado en “HP: Hans Pozo” asombra con este Hamblet achilenado que recuerda al Aragón de El señor de los Anillos y que le queda como guante.
A lo largo de las tres horas de duración del montaje hay risas, desgarro y emoción. La aventuras del loco Amledi, se cruzan con la de un rey adicto a cambiarse de nariz, su hija loba, su madre celosa, un Mesías que pastorea los espíritus de los muertos y una bruja que escupe revelaciones contra su voluntad. El humor, ironía y crítica se desarrollan con solidez, pero lo que resulta más interesante es la reflexión sobre la muerte y la acida parodia a la religión cristiana en su afán de “vendernos” la vida eterna y el paraíso.
Finalmente el “Amledi” de Ruiz no iguala Hamblet original, pero lo viste de una inquietante novedad. Lo chasconea y lo presenta distorsionado como mirado desde un calidoscopio, salido desde una especie de dimensión desconocida donde los vikingos y los chilenos son dos caras de la misma moneda y la salvación está a la vuelta de la esquina, solo hace falta entregarse a la fe.
Finalmente el “Amledi” de Ruiz no iguala Hamblet original, pero lo viste de una inquietante novedad. Lo chasconea y lo presenta distorsionado como mirado desde un calidoscopio, salido desde una especie de dimensión desconocida donde los vikingos y los chilenos son dos caras de la misma moneda y la salvación está a la vuelta de la esquina, solo hace falta entregarse a la fe.
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